viernes, 13 de julio de 2012

Agua y Jabón


Hola Tatiana. Soy yo. El chico que se ha pasado por la consulta del Centro de Salud de Villaverde donde trabajas. ¿No caes? Pues mira, soy el que te ha enseñado la herida del codo que le salió hace un mes, que en la última semana ha duplicado su tamaño y que además está infectada. Te va sonando, ¿verdad? Por si las moscas, te recuerdo que me has despachado en treinta segundos con la frase “a mí eso me parece una herida muy normal, no sé tú qué verás”. Mi farmacéutica casi se echa las manos a la cabeza cuando se lo he contado, Tatiana. Pero casi peor ha sido ese “si tienes algún problema te vas el lunes a un dermatólogo”. Entiendo que mi tarjeta sanitaria sea de otra comunidad autónoma y encima hayáis perdido unos diez minutos tratando de formalizar mis datos. Lo entiendo. Pero, perdona si discrepas, no me creo que la mejor cura que se te haya ocurrido para mí sea “agua y jabón”.



Como comentábamos la farmacéutica y yo (por cierto, qué encanto de persona, Tatiana), es comprensible que tengáis un humor de perros con el tajo que os han metido desde el gobierno. No conozco tu vida y no quiero juzgarte. Pero lo que has hecho hoy es humillante, asqueroso. Impropio de tu profesión. Has pagado conmigo las injusticias que otros han cometido contigo. Me has cagado encima toda la mierda que te han hecho tragar. Luego se te llenará la boca pidiendo derechos mientras escupes en los derechos de otros. Te has pasado el código ético por… por agua y jabón.

Espero que mi herida no se convierta en nada grave. Pero también espero que por azares del destino no nos encontremos de nuevo en una consulta ni fuera de ella. Quizá sea muy rebuscado, pero ojalá no te vea cuando vaya con un micrófono en alguna manifestación, levantando las manos y clamando por una justicia que dudo mucho que algún día llegues a comprender. Si has sido capaz de convertir en invisible la tinta del compromiso social que tienes firmado, quién sabe de lo que seas capaz, Tatiana, querida. Me intrigas. Me das arcadas.

Y a otro nivel, me cisco en los recortes del gobierno. El clima de indignación que hay al menos en Madrid es tremendo. Como me decía ayer un bombero manifestándose frente a la sede del PP, “no nos vamos a rendir sin luchar”. No sirve para exculpar a Tatiana, porque si le superan las circunstancias personales es que quizá no sirve para su trabajo. Pero vuestros recortes van más allá de números, calan en la sociedad, mueven resortes, y nos afectan a todos.

Y, para terminar, pienso qué culpa tengo yo en todo esto. Ni yo ni los de mi generación hemos hecho nada para tener que lidiar con esta herencia. Vosotros, los que habéis conducido el mundo estos años, sois los que os lo habéis cargado. Y encima nos miráis con superioridad y nos llamáis vagos, ninis. A mí no me ha dado tiempo a estafar a ningún banco, a robar a ninguna asociación infantil, a pegar pelotazos inmobiliarios ni a levantar el cuello por encima de nadie. Ni a vivir por encima de mis posibilidades. Con poco más que veinte años no se hacen esas cosas. A vosotros, a Tatiana, a los politicuchos, firmes pensadores y hacedores del ya mítico “que se jodan”, no os deseo que os den por culo. Pero no intentéis colármela, que ya no me lo trago. Y limpiaos la boca… ¿adivináis con qué?